Directores| |Películas| |Actividades

 

 

 

 

 

 

 

Bajo la dictadura las lenguas regionales, sus culturas e identidades fueron prohibidas y desterradas. Sólo se podía hablar castellano. El cine no se producía en otra lengua que no fuera el castellano y su representación en el cine tendía a eludir las diferencias regionales homogeneizando la cultura hispánica. Con la muerte de Franco se reinició la producción regional, aunque no estaría ausente de problemas. El cine jugó un papel importante en la recuperación de identidades regionales a través de la reconstrucción de una conciencia nacional y la afirmación de una diferencia cultural y política.

CINE CATALÁN

El cine catalán había contado con una gran producción de género antes de la Guerra Civil, producción que se vio mermada a mediados de los setenta.

Con el principio de la transición, el cine catalán y en catalán comenzó a dar unos frutos que, desgraciadamente, no tendría luego una continuidad acorde con las expectativas que despertaron algunos films realizados entre 1976 y 1979, año en el que Cataluña votó su estatuto de autonomía política.

En 1975, el cine catalán fue el primero en renacer. Liberados de la opresión del régimen, se puso en práctica un cine con nueva temática y lenguaje. Dos formas tomaron las primeras filmaciones: el género documental y la película histórica de ficción.

En sus inicios, algunos documentalistas adoptaron una visión documental más realista y objetivista, representada por Francesc Bellmunt con Canet Rock y La Nova Canco (1976). Sendos documentos intentaron recoger la música popular y los movimientos de protesta de los compositores catalanes de los 60 y los 70. Así combinaron elementos propios de la nova canco con entrevistas a personajes unidos a la época.

Otros documentalistas intentaron explotar los documentales de forma diferente en busca de un look más realista. Aquí destacan Ventura Pons y Ocaña, retrato intermitente (1978), donde se mezclan realidad y representación. Tuvo éxito en capturar los cambios ocurridos en la expresión de la sexual identidad de finales de los 70 en España, sobre todo en las comunidades gays y trasvestida. Otros mostraron lados menos atractivos de la burguesía catalana, como en Cada ver es (1981) de Angel de Val y El asesino de Pedralbes (1978) de Gonzalo Herralde.

La producción de estos cuatro años muestra una rara vitalidad, con propuestas de muy variado estilo, que incluyen la serie de actualidades documentales financiadas por el Ayuntamiento de Barcelona, El Noticiari de Barcelona (1977). Pero indudablemente, junto al uso del idioma catalán como vehículo normalizado de expresión, el otro hecho relevantes en estos films es la común reivindicación de la memoria histórica nacional secuestrada por el franquismo.

Sin embargo, el tema más explotado por los realizadores catalanes fue la historia. El análisis del pasado histórico dará lugar a películas coyunturales, en las que el espectador puede por primera vez evadirse del nacionalismo del régimen. Dicha reivindicación histórica partió del primer gran éxito de la transición en Cataluña, La ciutat cremada (1976) de Antoni Ribas, crónica de diez traumáticos años de la vida contemporánea catalana (1899-1909) narrada a partir de una saga familiar que mezclaba burguesía nacionalista emergente y proletariado anarquista.

Este film tuvo un fuerte impacto entre el público catalán, al igual que el film Companys, procés a Catalunya (1978) de Josep Maria Forn, hagiografía laica del último presidente de la Cataluña republicana, Lluís Companys, entregado por la Francia colaboracionista a las autoridades franquistas, y fusilado en Barcelona, en 1940.

Sobre el mismo tema versa Las largas vacaciones del 36 (1976) de Jaime Camino, el primer film que nos muestra la vida cotidiana en la retaguardia republicana durante la Guerra Civil. Aunque su mejor película sobre la contienda en Cataluña y en toda España, vendrá un año más tarde: La vieja memoria (1977), reportaje-documental acerca de los años de la II República y de la Guerra Civil de la mano de algunos de sus supervivientes.

Otro documental sirvió a Pere Portabella para analizar las opciones políticas que se le ofrecían al español medio en el momento de la transición democrática. Informe general sobre algunas cuestiones de interés para una proyección pública (1977). Informe general aparece como un discurso político e ideológico que nunca esconde sus preferencias, como una clara violentación entre los límites entre ficción y realidad.

Pero el cine catalán no fue sólo documental, ni estuvo marcado exclusivamente por la reivindicación histórica, ni fue en su totalidad hablado en catalán. La sexualidad fue un tema que pasó de ser innombrable a ser el tema de fondo de muchas de las nuevas producciones. Algunos cineastas intentaron dignificar el cine de género. Bellmunt se atrevió con la comedia L'orgia (1978). Mientras, el cine de autor producía dos películas de inquietantes alcances en la obra de J.J. Bigas Luna Bilbao (1978) y Caniche (1978), dos indagaciones sobre la obsesión sexual y Josep A. Salgot, con Mater amatísima (1980).

El "thriller" ha sido otro de los subgéneros que ayudó al cine catalán a sobrevivir industrialmente. Destacan Bilbao (1976) de Bigas Luna, Jordi Cadena lo intentó con el cine negro en Barcelona Sud (1980).

 

CINE VASCO

En contra de lo que ocurre con el cine catalán, el cine vasco no utiliza la lengua vasca como elemento identificatorio de sus películas. En realidad se trata de películas en castellano hechas por directores vascos. Sin embargo esto supone un problema para difundir la cultura, historia, costumbres regionales y cultura popular del pueblo vasco.

El cine de Euskadi, que había vivido algún episodio aislado de producción autóctona durante el franquismo -Ama Lur (1968), comenzó de manera balbuceante, tímidamente apoyado por las instituciones autonómicas o locales, como por ejemplo con la serie de cortometrajes Ikuska, suerte de noticiario del cual se rodaron veinte capítulos.

Sin duda el director pionero fue Imanol Uribe, que rodó el documental El proceso de Burgos (1979), sólo parcialmente hablado en euskera, un documental que a través de un famoso episodio de la lucha antifranquista, el célebre juicio contra la dirección etarra, narra la historia de la organización ETA y de su acción armada.
Asimismo rodó el film de ficción La fuga de Segovia (1981), en castellano. Ésta, contada con eficacia a partir de una estructura de tradición como es el thriller carcelario, tiene igualmente transfondo histórico, el de la fuga de la cárcel de Segovia de un importante número de militares de ETA, y fue el primer largometraje vasco que contó con subvención directa del gobierno autonómico.

(Historia del cine español, Román Gubern).