La
desaparición de los Noticiarios y Documentales Españoles
(NO-DO) propios del periodo franquista abrió un espacio
crítico apropiado para el renacimiento del género
documental. Muchos de estos documentales buscaban alejarse
del enfoque franquista tanto en género como en formato
y presentar de modo desmitificador temas anteriormente censurados.
Entre
las caracteríticas más destacadas del nuevo
documental destacaban la introducción de nuevos puntos
de vista, anteriormente ocultos por la voz en off de los
comentaristas, y un enfoque más realista. Para lograr
este efecto se incorporaron entrevistas a figuras políticas
claves y metraje histórico de archivo
Uno
de los documentales más incisivos de la época
es La vieja memoria (1977), de Jaime Camino, documental
que combina grabaciones originales de la Segunda República
y la Guerra Civil con comentarios de figuras destacadas
del panorama político como 'La pasionaria' y Gil
Robles. Este estilo se repite en ¿Por qué
perdimos la guerra? (Diego Abad de Santillana, 1978),
documental que analiza las razones que hicieron estallar
el conflicto bélico, específicamente el papel
del Partido Comunista.
Otros
films documentales analizaron de una forma indirecta, y
a la vez irónica, la figura del dictador Franco y
las idiosincracias de su régimen. Así El
desencanto (Jaime Chávarri, 1976) examina la
psicología patológica de la familia franquista
a través de conversaciones mantenidas con miembros
de la familia del difunto poeta franquista Leopoldo Panero.
Como
se puede deducir de lo anteriormente dicho, la forma narrativa
fue uno de los principales instrumentos para romper con
el pasado. La manipulación de los efectos de edición
y de cámara, tal como lo hicieran en el régimen,
fue una fórmula usada por muchos directores para,
de una forma evidente, expresar la importancia de su efecto
en la audiencia. Buen ejemplo de este quehacer es Informe
General (Pere Portabella, 1977).
Asimismo
el contraste de imágenes míticas y reales
sirven para mostrar a la audiencia las distorsiones que
la historia y la realidad contemporánea han sufrido
durante el régimen. El papel del cine en construir
una mitología durante el franquismo fue el tema principal
de Basilio Martín Patino en Canciones para después
de una guerra (1971), censurada hasta 1976. Otro ejemplo
que ayuda a desmitificar la perfección del régimen
franquista es Raza, el espíritu de Franco
(1977), de Gonzalo Herralde, que trata la relación
entre imagen y mito. Con este fin combina extractos de la
película Raza, de 1941, con trozos ficticios interpretados
por Alfredo Mayo, y entrevistas reales con la hermana de
Franco.
Durante
la dictadura, los límites entre documentales y films
narrativos no eran muy claros, sin embargo en la transición
la función testimonial de los films de ficción
sirvieron para ayudar a reconstruir la realidad histórica
tan distorsionada durante el régimen que ahora podía
ser contada desde una perspectiva opuesta.
El
carácter dramático de un número de
hechos acaecidos en los últimos años de la
dictadura se prestaron a un tratamiento fílmico como
vehículo para la reconstrucción histórica.
Este híbrido genérico ofreció a la
audiencia la doble posibilidad de ser testigos de auténtico
drama junto a formas narrativas populares y clásicas.
Este es el caso del documental 'thriller', que combinó
el impacto dramático de los acontecimientos de la
época con el júbilo de enseñar política
en las pantallas después de años de represión.
Uno
de los primeros documentales en incorporar hechos políticos
a la pantalla fue Siete días de enero (1978),
de Juan Antonio Bardem, que describe el asesinato de los
abogados de Atocha en 1977. El drama está insertado
en el contexto político de la época. El film
alterna hechos auténticos con otras estragegias que
se oponen al formato testimonial para enfatizar el drama
y el suspense.
Imanol
Uribe se sirvió del mismo formato en El proceso
de Burgos (1979) y La fuga de Segovia (1981).
Mientras que el primero reunía a los miembros de
ETA aministiados tras el juicio de Burgos en 1970, el último
trata la huida de los miembros de ETA de la prisión
de Burgos. Ambos fueron muy criticados por la representación
positiva de la militancia de los miembros de ETA.
Otra
de las tendencias que fueron muy recurrentes es el documental
biográfico. Destacan films como Caudillo (1976)
de Patino, examen documental de la figura del caudillo a
través de entrevistas con personas que le conocían.
A éste le siguieron Raza, el espíritu de
Franco (1977) de González Herralde, y Dolores
(1980), de García Sánchez y Linares, un
estudio monográfico de 'La Pasionaria'.
El
documental fue profusamente practicado por el cine catalán
en los primeros años de su recuperacion. Francesc
Bellmunt ya había firmado antes dos documentales
socio-musicales, La nova cancó (1976) y Canet
Rock (1976), y Ventura Pons intentó el boceto,
sumamente personal, de un pintor andaluz radicado en Barcelona,
gay, travestido, provocador e incoformista, en Ocaña,
retrat intermitent (1978).